Aquellos gritos perturbadores, quejosos, angustiantes, acariciaban las húmedas paredes del infierno.
Poco a poco, el torbellino de voces cesaba, y lentamente se escabullía por cada rincón.
Allí estaba, hambrienta, cobijaba cada lamento desgarrador y cruel.
Pero se animaba a mostrar al mundo la expresión de la intolerancia, el desprecio por el tesoro más valioso, la vida.
Nuevos vientos remueven el aire impuro, lluvias intensas y tenues lavarán esas paredes manchadas de dolor.
Un sol radiante con rayos de memoria, verdad y justicia iluminará nuestras almas para la búsqueda de una paz deseada, anhelada y que todo ser humano necesita y así, construir un presente y futuro mejor.
De Ignacio 7°A
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